John y Jennifer aspiraban a una plaza para coordinar un laboratorio. Ambos eran estudiantes de ciencias de Yale y sus currículos eran idénticos. 127 catedráticos de seis universidades diferentes evaluaron sus méritos y llegaron a dos conclusiones: John se merecía una puntuación un punto mayor que Jennifer y él debía tener un sueldo de 30.000 dólares anuales frente a los 26.500 que ofrecían a ella.
En realidad, ni John ni Jennifer existían y eran parte de un experimento de la universidad de Yale, que demostró los sesgos de género en los procesos de selección.