Cuando, a mediados de los 90, empezaron a trabajarse esas nuevas encimeras de piedra artificial y vivos colores ningún marmolista asumió precauciones añadidas a las que se tomaban para el corte de otros materiales naturales, como el mármol o el granito. “Esas piedras tienen una composición de no más el 30% de sílice. Las encimeras de cuarzo llegaban al 90%”, explica Carlos Moreno, gerente de Fedesmar, federación nacional que aglutina hasta 80 marmolistas afectados. “Al principio, nadie nos avisó de cómo se podían trabajar y los servicios externos que nos hicieron los planes de prevención tampoco dijeron nada”, denuncia Barbosa.
Ismael Aragón estuvo trabajando 14 años en una marmolería. Al cortar sin agua las encimeras de cuarzo, las micropartículas de sílice quedaban hasta dos días en suspensión y acabaron en sus pulmones. En 2009, comenzó a sentirse mal: se asfixiaba y tenía fuertes fiebres. Tras muchas pruebas, consiguieron detectarle silicosis, una enfermedad tradicionalmente asociada a la minería. “Mientras que un minero contraía la enfermedad tras 30 años, ellos se han visto afectados de una forma más extensa en cuatro o cinco años”, sostiene Andrés Rabadán, médico epidemiólogo y jefe de Salud Pública de la Junta de Andalucía en Cádiz.
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