En 1988 nadie sabía lo que era un ‘minijob’, pocos habrían entendido el significado del concepto ‘empleo precario’, y la expresión ‘contrato basura’ habría causado, directamente, espanto. Sin embargo, la realidad laboral de la España poscrisis está marcada por este tipo de fórmulas y modalidades de trabajo. Al amparo de la legislación actual, ahora se firman contratos por horas y se anuncian expedientes de regulación de empleo para fichar luego como autónomos a los mismos trabajadores despedidos. Echar a un empleado a la calle cuesta hoy entre un tercio y la mitad que hace 30 años: 33 días por año trabajado con un máximo de 24 mensualidades, frente a los 45 días con tope de 44 mensualidades de antes. Pero la mayor pesadilla de los asalariados actuales no se llama paro, sino pobreza laboral: los sueldos han bajado tanto en múltiples sectores económicos tras la Gran Recesión que tener un puesto de trabajo no garantiza salir de la miseria.
Vista en perspectiva, la historia de los derechos laborales en España en las últimas tres décadas es el relato de un recorte continuo con pinta de acabar en la novela dickensiana. En 1988, los sindicatos paralizaron el país para protestar por un Plan de Empleo Juvenil que dejaba a los nuevos trabajadores –jóvenes sin experiencia laboral- fuera del convenio colectivo, cobrando el salario mínimo interprofesional -aunque sus compañeros ganaran el triple por hacer el mismo trabajo- y con la garantía de acabar en la calle 18 meses más tarde. A la luz de los contratos precarios –temporales o de prácticas- que se firman hoy en día, aquellas condiciones parecerían un lujo.
El eufemismo utilizado en estas tres décadas para maquillar ese empeoramiento de las condiciones laborales se llama ‘flexibilidad’. “La idea que se perseguía era hacer más fácil el acceso de los trabajadores al mercado laboral, pero al precio de facilitar también su salida de él”, explica Mercader. En opinión del historiador José Babiano, experto en Historia del Trabajo, la evolución experimentada por la legislación laboral en estos 30 años tiene una clara lectura ideológica: “La retórica neoliberal ha conseguido convertirse en la retórica del sentido común. Culturalmente, el neoliberalismo ha vencido”.
Fuente: «El Periódico», acceso completo a la noticia: «El Periódico» 8 de diciembre de 2018.